San Pablo

Isidro de Villoldo

Material: Madera tratada en bajo relieve.
Medidas: 83 cms. de altura.
Escuela castellana siglo XVI.
Circa 1550.

Estudio
1. De J.M. Parrado del Olmo
2. Libro “Treasures of Spanish Renaissance Sculpture, The origin of the Spanish Manner“
 
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Descripcion

El bajo relieve en estudio, tallado en pino, representa al Apóstol San Pablo con el atributo de una espada que lo caracteriza, el cual, por su carácter tan plano, pudo pertenecer a una sillería o un púlpito.
 
Siguiendo el pensamiento del profesor Jesús María Parrado del Olmo, el exquisito tratamiento de la técnica del bajo relieve, muy apreciable en la talla de la barba sinuosa y bífida del Apóstol, sus manos alargadas y ropajes con suaves ondulaciones, unido al alargamiento de la figura y el carácter atemperado, elegante de su dibujo, nos conduce a reconocer la gubia de Isidro de Villoldo y a enmarcarlo en el periodo que realiza el retablo de la capilla de San Antolín en la Catedral de Ávila, hacia 1550.
 
Isidro Villoldo es, junto a Francisco Giralte, el colaborador más aventajado de Alonso Berruguete. Si bien se conoce poco de su vida, dado la escasez de documentos, se sabe con certeza que en 1538 participó en la sillería del Coro de Ávila, seguramente como ayudante de Cornelies de Holanda y ya debía de estar ahí tiempo atrás, lo que le permitiría haber asimilado la técnica del mármol y el alabastro y la mesura italianizante del gran maestro abulense Vasco de Zarza de la que hace gala igualmente Isidro de Villoldo.
 
En 1539 se encuentra en Toledo colaborando con Alonso Berruguete en la ejecución de la sillería coral, principalmente de los relieves de la galería alta de alabastro, material cuyo tratamiento escultórico él domina y donde el propio Berruguete se encuentra menos cómodo. Del escrutinio y comparación de estas obras con los mejores y más berruguetescos relieves en nogal de la sillería, aflorarán las características más singulares de Villoldo: la contención, la mesura, el carácter melancólico y técnica exquisita, unido a una búsqueda de la belleza en la forma y el gesto. Todo ello en oposición a la modernidad, al nerviosismo y a la pasión de Alonso Berruguete. Sin embargo, es en esta simbiosis entre la técnica escultórica preciosista de Vasco de Zarza y el dibujo vanguardista de Alonso Berruguete donde se forjará el auténtico Maestro manierista, en alguna medida avanzado al romanismo italiano de la segunda mitad del siglo XVI, que no llegará a conocer por su temprana muerte.
 
En 1542 vuelve a Ávila donde la vitola de haber trabajado en la sillería coral de Toledo le hace participar en las obras más importantes de la Catedral al conseguir los contratos de los retablos de San Segundo inserto en uno de sus pilares, de San Bernabé, probablemente su obra Maestra, ambos en alabastro, además del retablo de la capilla de San Antolín en cuyo trabajo escultórico, según Parrado del Olmo, aparecen semejanzas de estilo con nuestro relieve. El bagaje que trae Villoldo de Toledo, un estilo berruguetesco atemperado y muy cercano al manierismo italiano, donde las sinuosidades de los ropajes con formas casi musicales, las facciones de los rostros y el movimiento acompasado de las figuras, dan a sus composiciones un sentido eminente bello, tendrá, en cierta forma, una mayor influencia que el muchas veces desasosegado, apasionado e irrepetible genio de Alonso Berruguete. Una influencia que se irradió en los tres focos artísticos importantes donde trabajó Villoldo, Ávila, Toledo y Andalucía.
 
En 1552 participa junto a Juan Bautista Vázquez el Viejo en el sepulcro del cardenal Tavera, lo que demuestra la mucha estima que Berruguete debió tener en él por su destreza con el mármol y suyos son algunos de sus relieves laterales, entre ellos hay alguno con dicción muy parecida a nuestro relieve de San Pablo.
 
Su partida a Sevilla en 1553, coincidente con la de otros artistas de estilo igualmente italianizante de Toledo, para participar en el retablo de la Cartuja de las Cuevas y su repentina muerte, no serán óbice para dejar patente una de las influencias más transcendentales del Renacimiento Español, iniciando lo que será la escuela Andaluza de escultura policromada con la talla de un calvario y ocho figuras que proseguirá Juan Bautista Vázquez el Viejo tras su muerte, terminando el retablo de la cartuja de las Cuevas, precedente inmediato de la obras magistrales que nos dejará unos años más tarde el genio ascendente de Martínez Montañés.

- CHS

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